En plena celebración de Halloween, fecha idónea para anunciar el fin de la publicidad de productos como bebidas calóricas, dulces, galletas, snacks, chocolates, zumos… Todos los productos que superen los perfiles nutricionales recomendados por la OMS para los menores.
El ministerio de consumo no quiere que en el horario infantil los niños puedan ver publicidad de alimentos o productos con más de 225 kilocalorías por cada 100 gramos.
Mientras la industria del sector de los productos dulces y bebidas azucaradas está en pie de guerra porque precisamente los menores son su pilar básico de público objetivo. Evidentemente, aunque a la tienda a comprar van los papás y mamás, adquieren aquellos productos que más les gustan a los pequeños.
El sector afirma que los problemas de sobrepeso y obesidad infantil vienen por la vida sedentaria de un porcentaje de la población infantil, y que los niños siempre han tenido una dieta rica en azúcares sin sufrir obesidad.
Otra duda planteada tras este anuncio de restringir la publicidad de determinados productos en el horario de mayor exposición a los más peques de la casa, es la repercusión de los impactos comerciales en los niños. La publicidad mueve mucho dinero y tiene una gran influencia en nuestra sociedad, pero en adultos o adolescentes que están expuestos a medios de comunicación y redes sociales, pero ¿cuánto afecta la publicidad a los niños más peques de la casa?
La medida está siendo muy polémica, como ya lo fue en su momento el semáforo nutricional conocido como ‘Nutriscore’ y que todavía colea ya que por ejemplo productos tan tradicionales y propios de nuestra sana dieta mediterránea como el jamón y el queso, según este sistema de catalogar los alimentos, no están entre los más recomendables.
