Lo llaman ‘chupete de cristal’ en alusión a las pantallas de los móviles, tablets, y otros dispositivos, y son una auténtica adicción desde que tienen solo meses. Pueden ser un aliado en determinados momentos, pero para niños pequeños que no controlan sus emociones, se convierte en algo que no pueden controlar.
Solo uno de cada 10 pequeños menores de 2 años no está expuesto de forma habitual a las pantallas digitales, por eso se les califica como ‘chupete de cristal’, en clara alusión a la corta edad de los niños. Los neuropediatras alertan que el impacto en sus tiernos cerebros afecta a su desarrollo y condicionará su salud mental y física.
Si los padres no ponen límites, su uso indiscriminado durante horas puede provocar grandes trastornos como ansiedad, agresividad, déficit o síndrome de atención o TDHA, desórdenes en la alimentación, dependencia, trastornos afectivos, inseguridad, alteración del sueño, entre otros.
Han nacido en un mundo digital lleno de pantallas, y es difícil ‘protegerles’ de ellas cuando son muy pequeños. Hay padres que se afanan en que sus bebés no vean fotos ni vídeos en móviles, tablets, televisiones ni ordenadores. Una ardua tarea para esquivar tantos aparatos. Pero es cierto que cuando un bebé de varios meses descubre música, imágenes en movimiento, colores,… es un imán hipnotizador para él.
Hasta los 20 años, nuestro cerebro continúa creciendo y alcanzando su maduración, por lo que hasta esa edad es más vulnerable a los estímulos externos. Desde hace años, la neurociencia estudia cómo afecta el uso de la tecnología en las mentes de nuestros pequeños, ya que es una realidad y debemos medir las consecuencias.
Es indudable el éxito y el mérito de los creadores de Pocoyó, una empresa de Granada que ha exportado su famoso muñeco de gorro azul por medio planeta. Eli, Pato, Pajaroto, Pulpo, Lula, Valentina,… son habituales de miles de hogares en los que comer puede pasar de una batalla diaria a un remanso de paz si estos amigos aparecen en su pantalla con sus divertidas canciones.
Muchos expertos ven el uso de la tecnología algo útil pero en su justa medida. Con límites razonables, los juegos, vídeos, películas o series, son una ventana al mundo actual y una herramienta de desarrollo cognitivo e incluso social.
Hoy no se puede vivir de espaldas a la tecnología porque eso crearía una brecha y porque es antinatural en nuestra sociedad. Pero está claro que en manos inexpertas e inmaduras, ese chupete de cristal no trae beneficios precisamente.
En determinadas edades, jugar es su forma de crecer, de relacionarse, de imaginar y ser creativos. ‘Los niños tienen que aburrirse’, pues sí, para crear y dejar volar su imaginación. La sobreestimulación que suponen las pantallas inhabilitan los sensores de los niños, los colapsan de tanta dopamina.