España es un territorio especialmente vulnerable a la desertificación, y más de dos tercios del país están en riesgo. Hoy la desertización es una amenaza real en las tierras semiáridas del Valle del Ebro en Aragón y Cataluña, y toda España se encuentra en grave peligro de convertirse en un desierto en este mismo siglo.
Los embalses en nuestro país llegan al verano con la menor cantidad de agua almacenada de los últimos 10 años. Hablamos de una sequía que poco a poco, como una corriente silenciosa, se apodera de nuestro campo sin darnos cuenta. Por el momento, este año es ya el más seco de este siglo.
Nuestros campos no tienen los nutrientes de hace décadas cuando miles de viñedos y otros cultivos encontraban unas tierras fértiles para vinos singulares, por ejemplo.
Hoy el cambio climático es evidente en nuestros campos y cultivos, y la sobreexplotación de los recursos naturales como el agua, hacen que la degradación de las tierras sea un grave problema.
Al igual que ocurre con otras cuestiones graves del medio ambiente, muchos expertos hablan desde hace tiempo de una situación de alarma y apocalipsis de los recursos naturales del planeta, y otros muchos actores de nuestras sociedades continúan actuando exactamente igual, como si nada ocurriese.
Sin embargo, la factura de nuestra huella en el planeta y en nuestros ecosistemas es imborrable. Tres cuartas partes de la Tierra están afectadas por la desertificación o en riesgo muy elevado, como nuestro país.
España no solo es en la actualidad una de las zonas más vulnerables a convertirse en un desierto, en concreto el 75% de nuestro territorio está expuesto a sufrirlo. Con todas las consecuencias que ello conlleva, no solo medioambientales si no también económicas.
Un incremento de las temperaturas medias que puede transformar el clima en zonas interiores como Navarra, Madrid o Castilla-La Mancha con una subida de un grado y medio y un descenso de las lluvias de un 15%.
Según asociaciones agracias estiman pérdidas de más de 500 millones de euros al año en el sector agrario por el cambio climático, al perder un 6% de la producción de media. En un país productor de vinos que exportamos a los cinco continentes, éste sería uno de los sectores más afectados, incluso algunas producciones y bodegas están tomando medidas para adaptarse a las temperaturas más elevadas y diferencias de lluvias y estaciones, con respecto a hace unos años. Sin embargo, las soluciones no son fáciles.
Además, los cultivos de regadío no son nada recomendables en este círculo vicioso de desertificación y recursos naturales. Al contrario, la mayoría de las opiniones científicas avalan que se reduzcan incluso estos cultivos.
Incendios, inundaciones y riadas, sequía, erosión y falta de vegetación autóctona que sirva de soporte y agarre al terreno ante diferentes episodios.