El móvil nos aporta dosis continuas, o muy frecuentes, de dopamina, mientras que un libro solo cuando la trama da un vuelco o el autor con su argumento nos hace reír o llorar.
La dopamina es una sustancia que nuestro cuerpo segrega cuando nos enamoramos, por ejemplo, y es llamada la ‘molécula de la felicidad’. Proporciona relax y placer, o la sensación paralela. Se trata de una molécula natural que generamos en algunas zonas de nuestro cerebro, es un neurotransmisor, es decir, se encarga de comunicar a las neuronas los diversos mensajes para provocar sensaciones o respuestas motoras y/o emociones.
La pantalla luminosa del móvil nos crea un estado de alerta continua, estímulos como música, imágenes en movimiento, textos que cambian… La cultura audiovisual en la que hemos nacido o a la que nos hemos acomodado y acostumbrado, nos aporta continuamente este tipo de sensaciones y estímulos visuales, auditivos, que nos activan y motivan durante todo el día, tanto en el trabajo como en el ocio y la vida familiar incluso. Por eso es imprescindible buscar y provocar situaciones sin móvil, aunque parece una lucha imposible.
De hecho, todo parece saber que somos adictos a esa dopamina natural que segrega nuestro cuerpo cuando nos estimulan y Whatsapp o Netflix directamente se alían con ella. En los audios de whatsapp habrás visto una opción para escucharlo más rápidamente a velocidad 1.5x o 2x para que si hay pausas, o lo que nos cuentan no nos entusiasma demasiado, podamos acelerarlo y escucharlo en la mitad de tiempo… Parece muy angustioso en teoría pero en la práctica todos lo usan ya.
Misma propuesta en las series de Netflix, aunque parezca mentira con los rodajes millonarios de sus producciones, podemos jugar al spoiler y adelantar la trama si no nos interesa mucho una escena que vemos previsible o que resulta desagradable, o por cualquier motivo.
Parece incluso contraproducente para la propia plataforma que debe alargar tu serie favorita para que el mes siguiente sigas suscrito y pagues la cuota, pero… también saben que tienen que sumarse a las nuevas necesidades o preferencias del consumo de los espectadores. Y sí, entre otras tendencias, este poder de manejar los tiempos y poder adelantar unos segundos el capítulo ha entrado con fuerza en nuestra manera de consumir productos audiovisuales en casa.
Leer un libro solo tiene letras y el poder de lo que describe o narra el autor, mientras que una revista ya tenía fotos y grandes titulares. Un salto de gigante es el que estamos viviendo de ese libro estático y sencillo a los vídeos rápidos de las redes sociales, que no dejan ni un segundo de estímulo nuevo para que no te desenganches y que tu atención pueda descentrarse.