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El peor verano en la historia de los incendios

El peor verano en la historia de los incendios

España está sufriendo el peor verano en cuanto a hectáreas quemadas por los incendios forestales de este caluroso año. Más de 200.000 hectáreas arrasadas por el fuego en pocos meses, dejan un panorama desolador en muchos rincones del país. La desertificación y la pobreza de los suelos es un problema que los incendios aceleran de forma radical, y si cada verano la situación empeoraba un poco más, esta temporada los datos son dramáticos para nuestro Medio Ambiente y su biodiversidad.

Las condiciones del terreno son demasiado propicias para que literalmente ‘se prenda’ y la mano del hombre se suma. La fatídica fórmula de menos del 30% de humedad, con más de 30 grados de temperatura y viento con velocidad superior a 30 kilómetros por hora, está haciendo estragos este verano.
Muchas comunidades autónomas han sufrido un verano muy complicado en cuanto a incendios, y en pleno agosto la situación adversa continúa. Más si hablamos de incendios intencionados como todo parece indicar en varios incendios forestales por ejemplo de Galicia.

Pirómanos insensibles que aprovechan una situación extrema en el bosque y el campo para causar un mal irreparable en esas zonas. Durante años todo el ecosistema luchará para paliar ese gran daño, pero difícilmente recuperarán la flora y fauna previa a un incendio forestal.

En lo que ha transcurrido de 2022, ya se ha convertido en el año con mayor superficie calcinada de la historia, o al menos desde que se tienen registros. Se suman muchos ingredientes y condiciones que ayudan a estos terribles datos.

El peor verano en la historia de los incendios

Entre otros condicionantes a favor de estos grandes incendios, las olas de calor casi continuadas desde el final de la primavera y la sequía del invierno son determinantes para que el fuego encuentre un combustible idóneo.
Un incendio puede tener varias causas como un rayo de una tormenta seca, una chispa accidental de una maquinaria agrícola, una negligencia con una colilla o una barbacoa, o la intención de la mano del hombre. Evidentemente, el cambio climático o el calentamiento global no prenden fuego en el monte, pero sí colabora enormemente para que se extienda rápida y vorazmente.