Acabamos de celebrar el Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía con malísimos datos y predicciones; más de un 74% de la superficie de la Península Ibérica está en serio peligro de convertirse en un desierto, ya que se consideran zonas áridas, semiáridas o subhúmedas secas. En cualquier caso, las más vulnerables de no soportar los altibajos climáticos que se prevén.
Somos el sur de Europa y la zona más cálida del viejo continente, incluso algunos altivos nórdicos se han referido a la Península Ibérica despectivamente con aquello de ‘África comienza en los Pirineos’, pues el cambio climático amenaza más que nunca antes al territorio de España y Portugal.
Nuestra latitud tiene temperaturas extremas y períodos prolongados de escasas precipitaciones, el clima Mediterráneo, aunque con influencias atlánticas siempre se ha caracterizado por ello. Sin embargo, el aumento de la temperatura del planeta y el calentamiento global con el deshielo de los polos amenaza a la Península Ibérica en una crisis climática que parece inevitable.
La deforestación y otras acciones humanas intervienen en acelerar los procesos de desertificación, y lo sumamos a las variaciones climáticas, la combinación solo hace que colaborar con el proceso de desertificación, y los baremos de nuestro territorio no son nada halagüeños.