La NASA ha vuelto a superar un nuevo reto que parecía completamente imposible; interferir y modificar la trayectoria de un asteroide. Es como acertar con una canica… decían algunos científicos expertos tras la noticia.
La misión DART era un ensayo ante la posibilidad de que en algún momento La Tierra esté en el trayecto previsible de una asteroide. Para que llegado ese momento podamos interferir en esa trayectoria desviándolo y evitando una colisión contra nuestro planeta.
Parece ciencia ficción, pero la realidad lo ha logrado. Una pequeña nave se ha estrellado contra el asteroide Dimorphos de forma premeditada para modificar su movimiento en el espacio.
La misión ha sido un gran éxito, un auténtico reto de gigante dadas las dimensiones, y una demostración de la posibilidad real de alterar una posible amenaza. El asteroide medía unos 160 metros, que en el supuesto de colisión con la tierra de un meteorito de esas dimensiones supondría la desaparición de toda una provincia aproximadamente. Mientras que la nave lanzada por la NASA y usada para desviar su órbita, tenía más o menos el tamaño de una nevera doméstica. Con esta comparativa de tamaños de asteroide y nave, la hazaña se muestra mucho más histórica y complicada.
Por el momento, y a la espera de comprobar cómo ha logrado desviar realmente al asteroide, que se podrá evidenciar en solo unos días, se abre una nueva línea de actuación y mejora de este tipo de misiones. Es el primer ensayo de defensa planetaria, así lo denominan.
¿Hay muchos asteroides peligrosos para La Tierra? Hasta ahora solo podíamos vigilar la trayectoria de los asteroides, y poco más, pero por primera vez hemos logrado una tecnología capaz de intervenir. En caso de peligro potencial, ahora hemos demostrado que podemos tomar cartas en el asunto,
Un asteroide binario del tamaño del Coliseo de Roma y un pequeño frigorífico han sido los protagonistas de la primera vez que el hombre ha logrado tomar parte dentro del complejo mundo astral.
Los asteroides son millones en nuestro sistema solar, y se trata de rocas que orbitan alrededor del sol, casi todos en el conocido como ‘cinturón de asteroides’ situado entre Marte y Júpiter. Cualquiera de estas grandes rocas podría causar una tremenda devastación si impactara sobre la superficie terrestre. Además del impacto directo, la explosión que provocaría al entrar en nuestra atmósfera también afectaría al resto del planeta.