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Alimentación ¿sostenible?

Podemos elegir qué comer para reducir nuestra huella de carbono, no sólo eligiendo productos de proximidad y de temporada. Transformar nuestra sociedad para que sea sostenible no es tarea fácil, pero todas las actividades de la vida pueden sumar su granito de arena.

La industria alimentaria es un gigante en cuanto a la generación de emisiones contaminantes, no la única, pero sí es creadora de un volumen muy destacado; concretamente la tercera parte de las emisiones de efecto invernadero que se producen en la Tierra proceden de la industria alimentaria.

Paradójicamente el hambre es un grave problema para un porcentaje importante del planeta mientras el desperdicio de comida y alimentos es masivo en nuestra sociedad. Desequilibrios tan insostenibles como injustos, probablemente.

¿Cuál es la alimentación sostenible? Aquella que genera menos impacto ambiental o que es capaz de acercarse a las cero emisiones. Conocer y pensar en la huella de carbono que produce cada alimento que tomamos ya es un gran paso para concienciar, de ahí que surgiera la propuesta de la conocida como ‘etiqueta de sostenibilidad’ para que los consumidores puedan visibilizar en cada producto su impacto en nuestro medio ambiente.

emisiones de gases de efecto invernadero por kg de producto alimentario
https://ourworldindata.org/
emisiones de gases de efecto invernadero por kg de producto alimentario
https://ourworldindata.org/

Existen algunas prácticas recomendables para reducir a nivel doméstico aquellos productos y alimentos que más impacto y huella generan:

  • Consumir alimentos de temporada
  • Consumir alimentos y productos de cercanía o proximidad
  • No abusar de productos cárnicos
  • Buscar productos ecológicos
  • Buscar productos de comercio justo
  • Buscar productores directos
  • Evitar productos con embalajes innecesarios
  • Evitar productos transportados en avión
  • Preferir variedades a granel
  • Preferir frescos a procesados o refrigerados/congelados

Productos 'kilómetro cero'

Desde hace unos años, los productos de ‘kilómetro cero’ o de cercanía se han puesto de moda, o quizá simplemente se han etiquetado bajo esa denominación, porque lo cierto es que siempre hemos consumido productos típicos de los lugares que hemos visitado y hemos intentado comprar directamente a los productores, pero no sabíamos que se llamaban productos de proximidad. Se trata de aquellos que se han producido a menos de 100 kilómetros de distancia del lugar de comercialización. Así, el dióxido de carbono emitido en su transporte es muy inferior que cuando consumimos otros productos llegados de lugares más lejanos.

A veces el precio es un hándicap para consumidores y grandes superficies y nos facilitan yogures llegados de la otra punta de la península en lugar de los elaborados en nuestra propia comunidad autónoma. La distribución y la logística tienen un factor determinante en la huella de carbono de la alimentación, y a veces complican el objetivo y la intención sostenible de los consumidores.