Las numerosas barreras arquitectónicas y obstáculos hacen la vida muy complicada o imposible a miles de personas ante la necesidad de adaptar sus viviendas. Personas de avanzada edad cuya movilidad se ha mermado notablemente en unos años, o personas que por cualquier circunstancia, enfermedad o accidente han visto cómo su forma de vida ha cambiado debido a sus limitaciones de movilidad.
Pisos sin ascensor son de las mayores dificultades y también entre las más habituales en las grandes ciudades especialmente. Pero no son la única gran limitación que encuentran muchos ciudadanos cuando necesitan una silla de ruedas, por ejemplo.
Hace pocos días el diario ABC publicaba un reportaje con varios ejemplos de personas y familias que viven, titula el periódico “Encerrados en sus casas”. Así de categórica es la realidad que viven miles de personas con movilidad reducida, bien por discapacidad o por edad avanzada mayoritariamente.
«Si no me ponen un ascensor, me voy a tomar por saco»
Cuando por fin llega a su cuarto piso sin ascensor de la calle de Ribadesella, Silvia está exhausta. «Realmente es un quinto porque el bajo también tiene escaleras», corrige sofocada. Abdul, un frutero de la zona, ayuda a subir una bolsa a rebosar de verduras y hortalizas y espera frente a la puerta. Deja el encargo y se va, quién sabe si a seguir con un reparto que es más bien un servicio social, de atención a los necesitados. Silvia tiene 63 años y hace solo unas semanas que regresó de Kenia a su casa de la infancia, en el barrio de Simancas. Pero las piernas de ahora no son ya las de antes, y las fuerzas no resisten ir escalera arriba, escalera abajo como entonces: «Si no me ponen un ascensor, me voy a tomar por saco».
“Sus edificios de ladrillo visto, construidos en tiempos de blanco y negro, no resisten la más mínima prueba de accesibilidad”
Esta barriada popular del distrito de San Blas la componen bloques de media y baja altura, de hasta cuatro o cinco pisos. Sus edificios de ladrillo visto, construidos en tiempos de blanco y negro, no resisten la más mínima prueba de accesibilidad, aunque tampoco estaban pensados para eso. San Blas se levantó a finales de la década de los 50, al igual que otros barrios obreros promovidos por el franquismo, para acoger a la inmigración rural que llegaba a la ciudad. El problema, ahora, es que arrastra algunas de esas deficiencias, como los escalones y la ausencia de ascensores y rampas, pero esta vez con una población mucho más envejecida.
“Algún vecino ha tenido que mudarse”
Sentado en un banco de la calle de los Hermanos García Noblejas, Paco reposa a la sombra. Cumplirá en seis meses 90 años, después de toda una vida dedicada a la panadería. Vive en un primer piso sin ascensor; no es mucho lo que tiene que subir, dice, «pero ya me cuesta, sí». Explica a este diario que «algún vecino» ha tenido que mudarse, como también lamentan otros residentes de la zona. «Los mayores que adquieren con el paso de los años una discapacidad de movilidad reducida se ven muchas veces encerrados en sus casas o, en otros casos, tienen que abandonar sus domicilios porque no pueden seguir viviendo en ellos», aclara Óscar Moral, presidente del Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (Cermi) en la Comunidad de Madrid.
La plataforma cifra en un 70% los inmuebles de propiedad horizontal que son inaccesibles para personas con movilidad reducida, y un reciente informe de la Fundación Mutua de Propietarios eleva hasta un 87% los edificios que necesitan realizar algún tipo de actuación para mejorar su accesibilidad.
«Los mayores que adquieren con el paso de los años una discapacidad de movilidad reducida se ven muchas veces encerrados en sus casas o, en otros casos, tienen que abandonar sus domicilios porque no pueden seguir viviendo en ellos»
Demasiados obstáculos
Todavía son muchas las barreras arquitectónicas que imposibilitan que estas personas puedan entrar y salir libremente de sus domicilios: escalones en el acceso al portal, presentes en uno de cada cuatro edificios, según el informe; un tramo de escaleras para llegar hasta el elevador, rampas con pendientes incomprensiblemente pronunciadas... «Estas personas llegan a sentirse secuestradas en sus propios edificios, de donde sólo pueden salir esporádicamente, cuando tienen una cita médica o una urgencia», lamenta Moral.
Aunque los ascensores representan la principal y más urgente exigencia del sector de la discapacidad —el 14% de los edificios de viviendas comunitarios en la Comunidad de Madrid no dispone de ascensor—, los porteros automáticos inaccesibles desde una silla de ruedas en el 58% de los casos, el peso de las puertas —el 54% pesa demasiado— y los buzones inalcanzables en dos de cada tres edificios, según el estudio de la Fundación Mutua de Propietarios, son barreras arquitectónicas que aún lastran la convivencia de las más de 210.000 personas con discapacidad que viven en la ciudad de Madrid.
Físicamente, muchas personas ven sus capacidades disminuidas de forma destacada por múltiples causas. A veces es una reducción de la capacidad de movimiento de una o de varias partes del cuerpo, y puede afectar sólo al movimiento o a su tono, equilibrio, etc.