La energía es un quebradero de cabeza eterno. La fuerte dependencia de la nuclear o de la importación de gas está derivando en una escalada de precios sin fin. Tensiones internacionales, crisis de demanda y miedo a apagones o desabastecimientos. La energía renovable no solo es la única solución sostenible para el planeta, también para el bolsillo.
El precio de la luz ya ni nos sorprende, el barril Brent de petróleo prácticamente ha dejado de ser la referencia internacional del coste de la energía, y como colofón a esta extraordinaria situación, aparece un temor muy real a una posible guerra que dispare aún más las tensiones sobre la importación de gas ruso hacia Europa, y especialmente hacia España.
Los expertos llevan años hablando de la temible dependencia energética, y señalando a las renovables como solución y contrapeso. Sin embargo, el incremento de los últimos meses en el precio y el coste del gas en todos los mercados, ha puesto de manifiesto más aún este peligro. Es evidente la necesidad de España, y de gran parte de la UE, de diversificar sus fuentes energéticas, pero la gota que ha colmado el vaso ha sido la tensión con Rusia, principal proveedor de gas natural por la crisis en Ucrania.
La diplomacia trata de calmar las aguas bélicas, mientras los responsables económicos de EEUU y Europa tratan de serenar otras aguas también muy peligrosas, las de los mercados energéticos. Los gobiernos se afanan en reforzar sus lazos de cooperación para paliar los efectos económicos de la crisis en Ucrania. Mientras Bruselas afirma que no hay problemas ni peligro de suministros energéticos, intentan amarrar todos los cabos para que, en caso de conflicto, tampoco derive en una crisis de abastecimiento de energía.
Si Rusia entra en guerra su primer objetivo sería el suministro de gas al viejo continente, y todos los agentes conocen este peligro. Una posible desconexión energética supondría un efecto económico sin precedentes para Ucrania y para toda Europa, y precisamente en una situación en la que los precios de la energía no están precisamente equilibrados y tranquilos.
Las cifras y la dependencia son muy notables. Actualmente unos 20 países europeos dependen en mayor o menor medida del gas procedente de Rusia. De media, en Europa un 40% del consumo de gas natural que se consume es ruso, otro 40% es de Noruega y el resto es de gas licuado principalmente norteamericano.
Una situación que nos pilla con las energías renovables sin poder hacerle sombra al gas. Sin embargo, sí son una tendencia que evidentemente se quiere reforzar a toda costa para evitar este tipo de riesgos y dependencias en el futuro. Ya no solo nos preocupa el futuro del planeta y buscar fuentes de energía sostenible y renovable, es que a corto y medio plazo necesitamos generar nuestra propia energía para que la dependencia no nos pueda poner en jaque.
Los costes económicos, una vez más, dejan ver que la inversión en fuentes renovables es rentable, y que merece la pena. Lejos de las cuentas de inversores cortoplacistas que solo ven la cuenta de resultados con ‘las luces cortas’.
Hoy, todos felicitan a aquellos decididos y visionarios que en los últimos años han apostado claramente por energía eólica, fotovoltaica, geotermia, biomasa, biogás, hidroeléctrica o hidráulica, biodiesel, bioetanol, mareomotriz, olamotriz, u otras menos desarrolladas.