“La experiencia es un grado” y “más sabe el diablo por viejo que por diablo”, no descubrimos nada del talento senior. Sin embargo, las nuevas etiquetas a la discriminación por la edad en determinados puestos de trabajo, no son novedad. Por ejemplo, en el cine las actrices de determinada edad son las preferidas por los directores en sus castings, frente a otras con más y mejor experiencia, con más aptitudes y conocimiento, pero también una edad más avanzada.
En otros desempeños laborales no parece tan evidente la conocida discriminación por la edad, sin embargo, cada vez afloran más casos en ambientes y sectores muy diferentes. Mujeres y hombres con sobrada formación.
Nuestra sociedad lucha cada día más por salvaguardar la salud mental, y de la mano de esta estabilidad, autoestima y crecimiento personal, va en gran medida, la edad. Se estima que actualmente en Europa un tercio de la población sufre o sufrirá ‘edadismo’ en su vida.
El llamado ‘edadismo’ habla de estereotipos y prejuicios que están latentes en la idiosincrasia de muchos comités ejecutivos, pero también en las cabezas de propietarios de pymes. A veces, simples e inocentes comentarios denotan una cultura sembrada de tópicos excluyentes.
Los programas de envejecimiento activo y saludable aumentan en una sociedad envejecida con una pirámide generación bastante pesimista. Es mucho más que una necesidad para dotar de salud mental, física y realización personal a un porcentaje de personas muy destacado.
Sin embargo, hay medidas que podrían poner en valor mucho más el talento senior, como programas de mentorías, o métodos de jubilación con colaboración con empresas, universidades, institutos de investigación, donde el conocimiento y la experiencia de los más veteranos sea un tesoro para el resto de la infraestructura.
También es importante programas de voluntariado intergeneracional que puedan dar visibilidad, sensibilizar y dotar de fuerza a discursos llenos de valor y que son de una enorme ayuda para otras generaciones.
Fuera del ámbito laboral, en otros escenarios más personales y sociales, en muchas ocasiones, es habitual encontrar comentarios de protección o infantilización, que con el mejor ánimo de ayudar o descargar a la persona mayor, lo que realmente produce es una merma de su autonomía y capacidad.
En otras situaciones, en lugar de valorar la experiencia y el tiempo disponible de una persona de avanzada edad para empaparse de su ‘expertise’ o ‘knowhow’ para ayudarnos de esas ‘lecciones aprendidas’, muchos oídos muestran desidia ante las ‘batallitas del abuelo’. Es cierto que suelen repetirse, olvidar detalles… que provocan en los oyentes más jóvenes cierta pereza en su atención.
Otro síntoma habitual del edadismo familiar es la deshumanización en los comentarios sobre lo que puede o no hacer ya, lo que no debería hacer como precaución… de forma que se pierde su opinión, su privacidad, y mucha empatía con sus sentimientos o preferencias. Quizá no sea lo más recomendable a ojos de un hijo o un nieto que su familiar realice un viaje, sin embargo, para él en primera persona supone un reto, una ilusión y un entretenimiento.
Tanto en el ámbito personal y familiar, como en los contextos laborales, la edad es un talento, una valía y un tesoro envidiable que todos deberíamos respetar, valorar, imitar… mucho más. En lugar de que la tendencia sea la contraria de forma generalizada.
Al final la forma de hablar y tratar a las personas mayores repercute en cómo les vemos como sociedad. Su calidad de vida y su salud mental dependen de ese trato por parte del resto de la sociedad. En muchas ocasiones, su salud está fuerte cuando su autoestima también lo está, igual que en muchas batallas contra enfermedades, su fuerza y ganas de luchar, se ha demostrado científicamente, que afecta y condiciona su mejoría o empeoramiento.
