La Tierra ha estado al borde de sufrir consecuencias impredecibles, las que hubiera ocasionado la colisión entre dos satélites que han estado a punto de chocar. Un satélite de la NASA estuvo a punto de colisionar con otro satélite ruso a la deriva. Nos hemos enterado semanas más tarde, sin embargo, el desastre que podría haber desencadenado este accidente hubiera sido “catastrófica para la humanidad”.
El roce entre ambos satélites se produjo el pasado 28 de febrero, y las consecuencias de este hipotético choque podrían haber sido, según la NASA, similares a la ciencia ficción que ha reflejado el cine, concretamente parecido al efecto Kessler de la película ‘Gravity’.
En teoría, la colisión podría haber producido millones de partículas hipersónicas, es decir, capaces de hacer peligrar la vida de todos los astronautas espaciales actuales e incluso de las infraestructuras necesarias para vivir de la Humanidad.
Un satélite ruso, el Cosmos 2221, ya a la deriva y sin control alguno, rozó levemente a otro satélite americano, el TIMED. Si el choque hubiera sido más frontal se hubiera generado una gran cantidad de metralla hipersónica, o lo que es lo mismo, millones de fragmentos volando a unos 16.000 kilómetros por hora. Una velocidad que les haría capaces de agujerear o perforar naves espaciales o casi cualquier infraestructura con la que se encuentren.
Los responsables de la NASA aseguran que esta circunstancia les asustó y alertó notablemente, debido a su potencial peligro, e incluso la cadena de desastres que podría haber iniciado el choque y la creación de ese gran número de partículas supersónicas.
El síndrome de Kessler que conocemos afortunadamente sólo por el cine, es un fenómeno que se basa en diversas carambolas o reacciones producidas por los desechos metálicos producidos en el choque. Las consecuencias también podrían derivar en lo que llaman ‘un gran apagón de comunicaciones’.
Lo más llamativo de esta situación, ha sido que la NASA reconoce que no había posibilidad de modificar la trayectoria de ninguno de los dos satélites, por lo que sus equipos sólo pudieron esperar sin poder hacer nada. Por fortuna para todos, las trayectorias apenas se rozaron, sin embargo, nunca sabremos qué dimensión podría haber tenido ese choque para toda la Humanidad.
La distancia a la que cruzó el satélite ruso fue de apenas diez metros del norteamericano, el TIMED (Termosfera Ionosfera Mesosfera Energética y Dinámica), lo que en el espacio es efectivamente un roce y un acercamiento absolutamente desmesurado.
Ahora el reto se presenta ambicioso, evitar que esto pueda volver a ocurrir. Muchos expertos apuntan a una primera medida imprescindible; limpiar la basura espacial. El peligro evidentemente se multiplica con satélites a la deriva pululando en el espacio, y este casi accidente ha puesto en alerta a todos para tomar cartas en el asunto.
A día de hoy, nuestro espacio acumula más de 10.000 satélites, cifra que sólo en los últimos cuatro años se ha multiplicado por cuatro. Más los 400.000 que ya tienen previsto su lanzamiento.
Los expertos alertan de la saturación espacial, mientras la NASA habla de un plan, ‘Estrategia de Sostenibilidad Espacial” para gestionar tanto satélites zombies como monitorización de los que se encuentran en funcionamiento. La saturación desde luego aumenta exponencialmente el riesgo de choques y accidentes, cuyas consecuencias son completamente imprevisibles y, todo indica, que podría muchas vidas en juego.