Tras dos décadas investigando los microplásticos, los datos son demoledores y muy pesimistas. Más de 1.300 especies de seres vivos tienen estas partículas de unos 5mm de diámetro o menos, en su organismo.
Sin embargo, lo más llamativo y espeluznante del reportaje publicado en la conocida revista científica Science es que en el cerebro humano también se ha detectado la presencia de estos microplásticos. Según los estudios realizados durante los últimos veinte años, y recogidos en Science, estos residuos han aparecido en todas las latitudes del planeta, en seres vivos acuáticos, terrestres y aéreos. Y el ser humano, una vez más, no ha sido una excepción.
¿Qué impacto tendrá a medio y largo plazo en nuestra salud?
Sabemos que los ingerimos en alimentos como la miel o la cerveza, que incluso los respiramos, que hay acumulaciones en nuestros tejidos, pero todavía no sabíamos que estaban presentes y alojados en nuestro cerebro. Un detalle que abre nuevas incógnitas y trae a colación las viejas dudas sobre su impacto a largo plazo en nuestro organismo.
Según las previsiones, al ritmo de consumo y hábitos actuales, en apenas 15 años la liberación de estas partículas será 2,5 veces más que hoy en día. Así que la tendencia no es nada halagüeña si nada cambia.
Se trata de piezas muy pequeñas, casi imperceptibles, de plástico manufacturado y fragmentado, que no resulta soluble en agua y puede tardar en degradarse decenas o centenares de años.
Existen principalmente de dos tipos, los fabricados ya en ese tamaño diminuto, o los que se han fragmentado de un plástico de mayor tamaño con el paso del tiempo y la exposición al sol, viento, mar... Éstos últimos suelen ser muy contaminantes y estar basados en polietilenos, polipropileno, polivinilo o poliestireno, entre los más habituales.
- Primarios: fabricados en tamaños muy reducidos para productos de higiene o belleza como dentífricos o exfoliantes.
- Secundarios: aquellos que, en su proceso de degradación, se han fragmentado en trozos y partículas de menor tamaño.
Actualmente hay muchos productos que los utilizan, especialmente en higiene personal: geles, limpiadores, protectores solares, exfoliantes, pasta de dientes, detergentes, productos de limpieza del hogar… e incluso en muchas prendas de ropa a base de fibras sintéticas que al separarse se reducen en estos microplásticos. De ahí la gran dificultad de evitarlos y el gran desafío internacional tanto de los consumidores como de las industrias.