La biotecnología avanza rápido y el sueño de la eterna juventud parece más cercano. Hoy se investiga en varias líneas para luchar contra el envejecimiento de nuestras células y lograr revertir el paso del tiempo.
El gran avance es una auténtica revolución futurista y ha logrado que una mujer de 52 años de edad tenga 21 años biológicos. ¿Cómo? Con una terapia génica capaz de lograr varios beneficios muy sustanciales como evitar la muerte prematura de células, acrecentar la masa muscular, mejorar el funcionamiento neuronal y cerebral y paliar los efectos producidos por el estrés ‘oxidativo’, entre otras ventajas biológicas. Beneficios logrados gracias a enzimas como la telomerasa o proteínas como el klotho y la folistatina.
Una terapia ‘génica’, es aquella por la que se logra introducir un gen funcional en las células para evitar o corregir aquello que produce una enfermedad o cualquier alteración.
Una mujer, Liz Parrish, es el primer humano que ha logrado invertir los efectos del paso del tiempo en su organismo, consiguiendo que se reduzca a la mitad la edad biológica de su cuerpo.
No es la única investigación y proyecto que lucha contra el envejecimiento de nuestras células, o como algunos expertos defienden, por el rejuvenecimiento de éstas. Existen proyectos muy ambiciosos y miles de dólares y euros invertidos para lograr avances sustanciales en este sentido.
Bien para luchar contra el deterioro del paso del tiempo, o para, además, retornar al ‘status quo’ de algunas células alteradas por determinadas enfermedades o patologías. El sueño de la inmortalidad sigue vigente y la tecnología cada vez logra acercarnos a técnicas que hacen mucho más tangible esa utopía.
La industria de la longevidad, como llaman a esta lucha tecnológica para posibilitar tratamientos y métodos capaces de desafiar al envejecimiento que provoca el paso del tiempo, es una industria que se mantiene década tras década, e incluso está al alza en los últimos años.
Claro ejemplo es las tremendas ventas de libros como ‘La muerte de la muerte’ que trata precisamente esa “posibilidad científica de la inmortalidad física”, desde el punto de vista de José Luis Cordeiro Mateo y David William Wood, quienes además de defender su moralidad han logrado visibilizar que “la muerte es una opción”.
